Cuando veas un jardín maravilloso felicita al jardinero, pero no dejes de buscar al amo del lugar para agradecerle haberlo hecho posible.
Cuando un jardín te resulte triste y abandonado consuela al jardinero y aléjate del amo del lugar.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Un paraíso para toda persona decente, honrada y trabajadora.

Traigo un extracto de un escrito (http://mi-libre-opinion.blogspot.com.es/2013/12/sobre-un-comentario-de-segunda-mano.html) sobre el paraíso que yo conocí, que conocieron mis padres. 
No supe que había estado en el Edén hasta que me lo quitaron. Ahora, sin haberme resignado todavía a tanto como hemos perdido, a lo bajo que hemos llegado a caer (y que seguimos cayendo), solo me queda recordar aquello, soñar con aquello y esperar que vuelva algún día, ... aunque yo ya no estuviera.


Parece ser que el tal Secondat -seudónimo que me suena, y acaso alguna vez supe a quien se le atribuía- dice que "poco a poco, pero con una insistencia preocupante, se van filtrando en los medios de comunicación opiniones favorables a lo que en España fue el franquismo".
 
Evidentemente, esto es falso. Lo correcto es decir que poco a poco los medios de comunicación van perdiendo capacidad para ocultar la verdad; esto es, que el franquismo fue, como poco, favorable para España. Acaso se deba -usted, señor Secondat, probablemente lo sepa- a que las subvenciones por tonelada de mentira se han reducido, o a que ustedes -los de la prensa amarilla, digo- han colmado el vaso de la falsedad, de forma que la reacción lógica -como el cuerpo que lucha contra la enfermedad- es de sentido contrario al bacilo que ustedes inoculan.
 
Añade, al parecer, el tal Secondat: "... quienes padecimos los casi 40 años de carencia de libertad, debemos aclarar que una dictadura, por muy blanda que pueda llegar a ser, siempre es un régimen despreciable".
 
Bien, señor Secondat: si usted ha padecido los casi cuarenta años del Régimen de Franco, usted debe tener, como mínimo, 77 años. Conozco, a Dios gracias, muchas personas que a esta edad conservan una vitalidad envidiable y una mente clara, profunda y poderosa; pero obviamente no es su caso, y a su -primera acepción- provecta ancianidad debo achacar el cuento de la falta de libertad. Porque -me citaré como ejemplo- también yo he vivido el franquismo -no tantos años como usted declara, pero sí algunos- y nunca nadie me prohibió nada.
 
Nada normal y admisible, se entiende. Por supuesto, no se podía matar, robar, violar; no se podía prevaricar, cohechar, estafar, meter mano al dinero público -que contra la memez de doña Magdalena Álvarez si es de alguien, porque es de todos-; no se podía insultar a la Patria de todos los españoles. No se podía -descendiendo a lo menor- llenar la calle de basura traída de casa por los basureros huelguistas, ni se podía tomar como rehenes a cientos de miles de viajeros de autobús, tren, metro o avión. Para evitar ese tipo de huelga, los trabajadores tenían una representación infinitamente mejor que la que tienen ahora, con los sindicatitos de -mala- clase, que le enchufan a la cuenta de los desempleados sus mariscadas.
 
(Si usted, señor Secondat -señor, señora, señoro- no alcanza la edad que su afirmación le adjudica, entonces quizá no sea anciano, aunque si provecto -caduco, viejo-, y es, además, un mentiroso).
 
"Los muy jóvenes -parece que dice usted- corren el riesgo de creerse que aquello fue casi un paraíso".Coño, señor Secondat, es que lo fue. Lo fue para toda persona decente, honrada, trabajadora; lo fue para los -entonces- jóvenes que pudimos estudiar hasta donde nuestra capacidad alcanzaba, y con becas que nos ganábamos con esfuerzo, lo cual -al menos a los jóvenes de entonces- nos satisfacía más que la sopa boba porque teníamos aprendidas las lecciones de dignidad de nuestros mayores. Lo fue para los jóvenes que querían -y podían- formar una familia con 20 años en vez de tener que esperar a la treintena larga, y aún así en precario. Lo fue para quien quería participar en la vida política y valía para ello. Evidentemente, no lo fue para los politicastros inútiles, para los golfos, los vividores, los tiralevitas y los malandrines. Y usted, señor Secondat, que tanto se queja, sabrá a qué fauna estuvo adscrito.
 
"El bienestar económico -continúa Secondat-, que benefició a algunos, no basta para justificar una forma de convivencia que se apoya en un autoritarismo despiadado y severo".
 
El bienestar económico no benefició a algunos; el bienestar económico benefició a todos hasta límites insospechados e increíbles. ¿Cuando habían tenido -antes- los españoles la posibilidad de ser propietarios de su vivienda, de acceder a un vehículo propio, de mandar a sus hijos a la Universidad, de tener un mes de vacaciones pagadas y disfrutarlas en la playa o donde les apeteciera ir? ¿Cuando volverán los españoles -en el futuro- a tener esas opciones?
 
Había, eso sí, que ganárselo a pulso. Había que trabajar y -una vez superada la destrucción de la guerra- había trabajo para todos. Incluso, cuando -ya en los años 60 y 70- los españoles salían a trabajar en el extranjero, la mayoría de las veces lo hacían por conseguir un capitalito con el que establecer, a la vuelta, un negocio, o comprarse una vivienda al contado, o disponer de un fondo para mirar al futuro con seguridad.
 
¿Despiadado el franquismo? Hombre, Secondatillo, según se mire. Puede que a los delincuentes les pareciera despiadado dar con sus huesos en las cárceles tras cometer sus fechorías; pero no les parecería despiadado a las víctimas, que normalmente no tenían que convivir con los asesinos de su familiares, con sus propios atacantes, con sus violadores o atracadores, puestos en libertad antes de que la policía termine el papeleo. Todo es según se aprecie, y la preferencia por el delincuente sitúa a cada cual donde le corresponde.
 
Comenta al respecto mi camarada Eloy: Despiadado. No más que en circunstancias similares, despues de una guerra, lo fueran otros. Que se pregunte a los alemanes e italianos que perdieron la Segunda Guerra Mundial, y eso que los vencedores eran demócratas.
 
Y no sólo eso; no sólo los perdedores de la guerra a manos de los vencedores, por demócratas que estos fuesen. Que se lo pregunten a los franceses llamados colaboracionistas, a manos de los mismos franceses, generalmente comunistas, a los que los americanos y algunos españoles -rojillos, pero españoles- les dieron ganada su guerra. Que se lo pregunten a los estadounidenses o británicos que, antes de la guerra, habían declarado su admiración por la Alemania nazi. Que se lo pregunten a los yugoslavos no comunistas tras el triunfo de Tito.
 
Y severo. Severo es, según la Real Academia riguroso, áspero, duro en el trato o castigo o bien exacto y rígido en la observancia de una ley, precepto o regla.  Pues qué quiere usted que le diga, señor Secondat; prefiero un Gobierno riguroso, exacto y rígido en la observancia de las leyes, y que castigue con dureza al infractor, que esta marabunta de templagaitas que se pasan las leyes por el forro de la propaganda electoral; esta recua de politicuchos incapaces de tomar una medida impopular por necesaria que sea; esta piara de sinvergüenzas cuyo único interés es sobrevivir aunque tras ellos venga el diluvio, y que les den gratis el pan que no se ganan, aunque les digan tontos.
 
Eso si, señor Secondat: nada ásperos. Son todo sonrisas y gracietas de niñatos malcriados. Lo que quiere la plebe del pan y circo.

Rafael C. Estremera

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