Cuando veas un jardín maravilloso felicita al jardinero, pero no dejes de buscar al amo del lugar para agradecerle haberlo hecho posible.
Cuando un jardín te resulte triste y abandonado consuela al jardinero y aléjate del amo del lugar.

viernes, 31 de mayo de 2013

Del PCE español. De la bandera española, la fetén. De acosos


(¿Por qué están aceptadas como ciertas tantas mentiras, bien fáciles de retractar?. ¿Son los personajes públicos españoles y los periodistas analfabetos voluntarios y conscientes?. ¿No saben? o ¿no quieren saber?. El pueblo, ¿no ha leído nada de nada, nunca, aparte de lo que le hayan puesto delante?)
  

EN 1977, Carrillo pactó con Suárez la legalización del PCE a cambio de la lealtad a la Ley –es decir, a la Reforma franquista frente a la ruptura antifranquista- y de dos reconocimientos: el de la Corona y el de la bandera nacional, que desde el siglo XVIII y con todos los regímenes salvo el de la II República, ha sido y es la rojigualda. Nunca se insistirá bastante en que fue la bandera de la I República y que su escudo tradicional es el coronado por el Águila de San Juan de los Reyes Católicos, que incluye las armas de todos los reinos cristianos, el yugo y las flechas, símbolo de Ysabel y Fernando, las columnas de Hércules y el Plus Ultra, símbolo del descubrimiento de América. El escudo actual, feo y dinástico, es menos nacional que el del Águila, que nunca ha sido símbolo de victoria alguna, ni de Franco ni de nadie, sino de San Juan, «El Águila de Patmos». 
Que al escudo histórico se le llame preconstitucional, cuando preside la Constitución del 78, jurada y plebiscitada con él, prueba el triunfo del analfabetismo. Y que los comunistas arrinconen la bandera nacional en favor de la tricolor, la de Lerroux, adoptada absurdamente en 1931 y fatalmente asociada a la guerra civil del 36-39, demuestra que del PCE del 77 no queda nada y que sus jefes son torvos indocumentados. Pero en honor del PCE del 68 al 77 –condena de la invasión de Praga, asumir el modelo del PCI– que es el que yo conocí, quiero recordar que si no sufrió para adoptar la bandera nacional en 1977 fue por una razón: porque, sin que sus jefes lo advirtieran y gracias a los jóvenes militantes, había dejado de ser el partido de Moscú y se había convertido en un partido español. Al rechazar Cayo Lara la soberanía del pueblo español y respaldar el separatismo catalán, el PCE vuelve a ser el partido del extranjero. Y ni siquiera el de Moscú: el de Barcelona. Con Stalin, el derecho de autodeterminación fue una forma de trocear estados burgueses para someterlos a la URSS. Pero incluso como proyecto criminal, la III Internacional tenía cierta grandeza. Esto no. Valderas, verdadero amo de IU, quiere unir directamente a Andalucía con Cuba y Venezuela. Y Cayo Lara va y deja de ser agente de la Komintern para convertirse en representante de los Pujol. ¡Qué degeneración! 
«Al rechazar Cayo Lara la soberanía del pueblo español, el PCE vuelve a ser el partido del
extranjero»
  • De Moscú a Barcelona

  • http://e-pesimo.blogspot.com.es/2013/05/firmas-federico-jimenez-losantos-e_31.html
  • __________________________________________________________

  • PREGUERÍAS
  • Vuelve la razón 

    No estamos del todo desamparados, parece. Hablo de los ciudadanos que consideramos que, cuando unas decenas de personas se juntan frente a tu casa para gritar contra ti, contra tus opiniones o decisiones políticas si eres diputado o miembro del Gobierno, y atemorizan a tu familia e incomodan a tus vecinos, te están sometiendo a una coacción inadmisible. Porque la expresión del desacuerdo ciudadano con la acción política se puede manifestar en la calle y puede ser todo lo multitudinaria y vehemente que se quiera. Pero el cerco al lugar donde uno vive y el amedrentamiento a tus próximos, sean familiares o no lo sean, no se puede despachar como lo hizo el juez Marcelino Sexmero, ignorando de plano la protección a los derechos de las víctimas que, aunque hayan tenido la mala suerte de tener cerca a alguien que se dedica a la política, también son hijos de Dios. 

    Es un alivio que la Fiscalía haya decidido recurrir la resolución. Pero resulta muy inquietante que su principal argumento jurídico sea el de que la concentración no había sido previamente comunicada a la autoridad administrativa. Porque, ¿qué habría pasado si lo hubiera sido? ¿No habría recurrido la Fiscalía? ¿Habríamos tenido entonces que aceptar sin rechistar las tesis del juez de instrucción, que archivó la denuncia del marido de Sáenz de Santamaría? 

  • Reconforta, sin embargo, leer la segunda parte del escrito del fiscal. Claro que los que se dedican a la actividad pública son, una vez que se bajan del coche oficial, unos ciudadanos de a pie cuya esfera privada debe ser tan respetada como la de cualquiera. Claro que invadir su intimidad es una coacción porque es una violencia moral ejercida sobre quienes, al no tener ninguna capacidad de actuación sobre el asunto del que se protesta, no tienen tampoco otra opción que la de la pasividad y la impotencia. Y claro que esa circunstancia es precisamente la que actúa como una potentísima palanca de presión sobre el político a cuya posición se oponen los concentrados.
    El fiscal ha puesto las cosas en su sitio al desenmascarar la figura que el juez había dibujado para tapar la realidad: que los que acuden a protestar ante las casas de los diputados o de los miembros del Gobierno eligen esos lugares porque saben muy bien, y tienen razón, que es ahí donde más les duele.
    El riesgo de la resolución de Sexmero era que, una vez bendecida judicialmente esta nueva modalidad de acoso público, la práctica se extendiera a cualquier asunto y a cualquier responsable público. O, directamente, a quien se le antojara cada día a cualquier puñado de cabreados. El recurso del fiscal nos ha devuelto la confianza en la supervivencia de lo razonable.


  • jueves, 30 de mayo de 2013

    Spaindemia

    Cuáles serán los detalles del desenlace está por ver. De lo que nadie puede albergar ya ninguna duda es de que acabará mal. O muy mal o pésimo.
    Ningún proyecto de futuro a la vista, nada que encienda una luz de esperanza, nadie fiable de entre los que podrían decidir o inclinar fundamentales balanzas.

    Asusta observar a la subyugada masa, dócil - cuando no cómplice - ante la burlona tiranía de los peores.
    Asusta eso más que si estuviera la turba en las calles, diciendo basta de los modos que solían hacer las turbas.
    Porque eso da miedo pero sería lo natural.

    Cómo se ha llegado hasta aquí es algo que incluso ya ni importa.
    Qué más da de qué me muero si ya no hay remedio.
    Qué me importa ahora saber si me podía haber curado con otros médicos y con otros tratamientos.

    Hace poco, después de ver unas fotos de unos lugares, supuestos paraísos que siempre se quedaron en supuestos, escribí como comentario: ¿Convencerá la realidad a la gente o será la gente la que convencerá a la realidad?. Porque esa parece ser la intención mayoritaria, forzar a la realidad a que cambie porque así lo quiere la gente.

    "La imaginación al poder" no era eso. La realidad y la sociedad no son la misma cosa.    

    sábado, 25 de mayo de 2013

    Me lo explicaron todo mal, cuando crío/adolescente

    Me lo explicaron todo mal, cuando crío/adolescente.
    Por eso no entiendo nada de lo que ocurre desde que cumplí los 19.
    Por eso tampoco entiendo esto:

    Perico De Los Palotes
    Antecedentes:
    - 15 asesinatos
    Características particulares:
    - Mide metro setenta y cuatro
    - Tiene 46 años de edad
    Circunstancias:
    - Su madre le quiere a pesar de todo
    Sentencia:
    - Culpable
    Condena:
    - 900 años, que son 30, que serán 15

    Fulanito Menganito Zutanito
    Antecedentes:
    - Ninguno
    Características particulares:
    - Mide unos milímetros
    - Tiene unos días
    Circunstancias:
    - Su madre no le quiere
    Sentencia:
    - Culpable
    Condena:
    - Pena de muerte

    jueves, 23 de mayo de 2013

    Cuando veas un jardín maravilloso

    Es usual entre los integrantes nuestra Casta verles y oírles felicitarse por lo bien que lo hacen. No hay ocasión de que uno haya errado en nada, ninguno ha cometido actos impuros y es por eso que, rompiendo toda estadística, no hay oportunidad ni razones para dimitir o ser cesado entre La Casta políticoparasitaria.

    Escribí en otros lugares y en otros momentos que toda la familia de mi madre, toda la familia de mi padre y toda la familia de mi suegro (son los tres casos más cercanos a mí) TODOS NACIERON POBRES Y TODOS LLEGARON A TENER UNA POSICIÓN ACOMODADA al final de sus vidas laborales, ya en los 70's del siglo pasado.

    Hoy se me ha ocurrido una cita (mía ¿eh?) para la posteridad, que sin duda aparecerá en los todos los libros de texto del año 3022: "Cuando veas un jardín maravilloso felicita al jardinero, pero no dejes de buscar al amo del lugar para agradecerle haberlo hecho posible.
    Cuando un jardín te resulte patético, triste y abandonado consuela al jardinero y aléjate del amo del lugar".
    Este profundísimo pensamiento, que me ha dejado tan agotado una vez parido, lo han traído mis musas de mala gana (no suelen trabajar mucho) y lo han traído por razones nada políticas.
    Es mas bien un ¿por qué tan a menudo los méritos se los lleva la persona equivocada? o un ¿es casualidad que los mejores, los BUENOS con mayúsculas, estén casi siempre calladitos y que no tengan su claque después de muertos, que acaben en el olvido o en el repudio general?.
    (Es notorio para cualquiera que los que más ves y a los que más se les oye suelen ser los fantasmas del lugar, los bocas, los que se echan flores continuamente y que tienen como un don especial para la crítica).

    Volviendo al principio de la hoja, el amo del lugar durante los años en que las familias españolas venían de un pasado horrible, que gozaban de un presente tranquilo y que tenían un futuro prometedor... ese amo del lugar, ese señor, no ha recibido - en su recuerdo - otra cosa que reproches. En cambio los amos del lugar después de ese señor nos lo han roto todo, incluida la alegría y la esperanza. Han sido mala gente con su gente, pero cada uno de ellos habla de su bondad y de su valía como jamás llegó a auto-alabarse el otro.
    La gente sigue hablando mal del otro y disculpando mucho a estos, sino aplaudiéndoles. Y eso hoy, porque hace nada los tenían en un altar.


    "Es de bien nacidos ser agradecido", le diría yo a la gente.
    "Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces", le diría yo a nuestros amos modernos.
    "Hay un momento para la ira", os diría a todos.

    viernes, 17 de mayo de 2013

    LAS MENTIRAS DE IZQUIERDA UNIDA AL RESPECTO DE LA LEY ELECTORAL


    pongo un enlace que merece verse. a los partidos políticos, mas que a nadie y mas que a nada, se les debería apoyar (o no) por sus actos y no por "otros motivos".

    LAS MENTIRAS DE IZQUIERDA UNIDA AL RESPECTO DE LA LEY ELECTORAL


    Y el 83% de los socialistas piensan que se debería cambiar YA al líder, pero no, por lo visto, tener un programa claro y unos principios inamovibles, a aplicar todo ello en cualquier lugar y en todo momento. Claro, cambiando el líder quizá ganen unas elecciones, lo que se haga con eso no importa. Se busca otro ZP, en resumen. 

    lunes, 13 de mayo de 2013

    "Estas cosas, en mis tiempos no pasaban"


    La frase que he usado en el título siempre me sonó carca y típica de viejitos quisquillosos y pelmazos. Pues mira, ahora me podría pasar el día repiténdola, la frasecita. Es verdad que me hago mayor, quisquilloso y pelmazo, pero es que estas cosas - y tantas otras - en mis tiempos no pasaban. Pienso en las generaciones que verán normal lo que se explica aquí debajo (no se por qué lo llama "España cañí", porque será típico de ahora pero no de España). 

    Dos o tres generaciones, todos los menores de 40 años, a los que les parece bien la mierda porque no han conocido otra cosa.

    España cañí

    Vamos a llamarlo, si les parece bien, hospital del Venerable Prepucio de San Agapito. O, si lo prefieren, de los Siete Dolores de Santa Genoveva. Para más datos, añadiremos que está situado en una ciudad del sur de España. Y el arriba firmante –yo mismo, vamos– camina por el pasillo de una de sus plantas después de haber conseguido, tras arduas gestiones, intensas sonrisas y mucho hágame el favor, permiso para visitar a un amigo internado de urgencia, al que sus innumerables pecados y vida golfa dejaron el hígado y otros órganos vitales en estado lamentable. 

    Voy por el pasillo, en fin, pensando en un informe publicado hace poco: uno de cada diez trabajadores de hospital español sufre agresiones físicas por parte de pacientes o sus familiares, y siete de cada diez son objeto de amenazas o insultos ante la pasividad de los seguratas correspondientes. Que con frecuencia, según las circunstancias, prefieren no complicarse la vida. Y no deja de tener su lógica. Una cosa es decir no alborote, señora, caballero, a un ama de casa de Reus o a un jubilado de Úbeda cabreados con o sin motivo, y otra diferente, más peliaguda, impedir que un musulmán entre a la fuerza con su legítima en el quirófano, decirle a un subsahariano negro de color que no es hora de visitas, o informar a cuatro miembros de la mara Salvatrucha que la puñalada que recibió su amigo Winston Sánchez no se la podrán coser hasta mañana. Ahí, a poco que falle el tacto, sales en los periódicos. 

    Pienso en eso, como digo, mientras busco la habitación B-37. En éstas llego a una sala de espera con los asientos y el suelo cubiertos de mantas, papeles, vasos de plástico y botellas de agua vacías; y cuando me dispongo a embocar el pasillo inmediato, dos gitanillos que se persiguen uno a otro impactan, sucesivamente, contra mis piernas. Me zafo como puedo, mientras creo recordar que en los hospitales están prohibidos los niños, sueltos o amarrados. Luego miro en torno y veo a una señora entrada en carnes, con una teta fuera y dándole de mamar a una rolliza criatura que sorbe con ansia de superviviente. Slurp, slurp, slurp. A ver dónde me he metido, pienso con el natural desconcierto. Entonces miro hacia el pasillo y me paro en seco. 

    Imaginen un pasillo de hospital de toda la vida. Y allí, arremolinada, una quincena de personas vociferantes: seis o siete varones adultos, otras tantas mujeres y algunos niños parecidos a los que acaban de dislocarme una rótula en la sala de espera. Sobre los mayores, para que ustedes se hagan idea, tecleas juntas en Google las palabras García Lorca, Guardia Civil, Heredias, Camborios, primo y prima, y salen sus fotos: patillas, sombreros, algún bastón con flecos, dientes de oro y anillos de lo mismo. Sólo les falta un Mercedes del año 74. Los jóvenes visten de oscuro y tienen un aire desgarrado y peligroso que te rilas, a medio camino entre Navajita Plateá y las Barranquillas. En cuanto a las Rosarios, sólo echas de menos claveles en los moños. Las jóvenes tienen cinturas estrechas, pelo largo, negrísimo, y ojos trágicos. Una lleva un niño en brazos. Todas van de negro, como de luto anticipado. Y en el centro del barullo, pegado a la pared, un médico vestido de médico. Acojonado. 

    «Ha matao ar papa, ha matao ar papa», gritan las mujeres, desgañitándose. Insultan y amenazan al médico los hombres, más sobrios y en su papel. «He dihe que ze moría y za muerto», dice uno de ellos, inapelable. «Te vi a rahá.» El médico, pálido, más blanco que su bata, la espalda contra la pared, balbucea explicaciones y excusas. Que si era muy viejo, que si aquello no tenía remedio. Que si la ciencia tiene sus límites, y tal. «Lo habei matao, criminá», vocifera otro, pasando mucho del discurso exculpatorio. Una de las Rosarios salta con extraño zapateado, agitándose la falda. «Er patriarca», se desmelena. «Er patriarca.» Lloran y gritan las otras, haciendo lo mismo. «Pinsharlo, pinsharlo», sugiere una de las jóvenes. «Que ha matao ar papa.» 

    Me quedo donde estoy, prudente. Mejor el médico que yo, pienso. Que cada cual enfrente su destino. Algunas cabezas de enfermos y visitantes asoman por las puertas de las habitaciones, contemplando el espectáculo con curiosidad. Miro alrededor, buscando una ruta de retirada idónea. Los dos gitanillos continúan persiguiéndose sobre las mantas y las botellas vacías, y el mamoncete sigue a lo suyo, pegado a la teta. Slurp, slurp. En la máquina del café, dos guardias de seguridad, vueltos de espaldas a lo que ocurre en el pasillo, parecen muy ocupados contando monedas y buscando la tecla adecuada para servirse un cortado. Me acerco a ellos. ¿Hay capuchino?, pregunto, metiendo un euro. Ellos mismos pulsan mi tecla, amables. Estamos los tres en silencio mientras sale el chorrito. 

    9 de agosto de 2009

    Publicado por Migmun
     

    sábado, 11 de mayo de 2013

    De LOS IMPUESTOS y sus consecuencias



    Se aceptan los impuestos, más o menos, como "un mal necesario". No veo por qué es así cuando los impuestos han sido y pueden volver a ser "un bien muy rentable".
    Deberíamos ver por qué se pasó de un Estado con pocos impuestos y resultados excelentes, a este Estado actual; confiscatorio hasta la asfixia y ruinoso a más no poder.
    Aportaré aquí mi modesta opinión sobre los impuestos y sus consecuencias, opinión y conclusiones que - a falta de aportaciones más expertas - serán fáciles de compartir por casi todos (para usar las etiquetas que tanto gustan: "izquierdas y derechas" deberían coincidir en lo más evidente al menos) :

    IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO:
    Cuando en los años 70 del siglo pasado tantas familias españolas habían conseguido reunir cierto patrimonio, automáticamente pasaban a aportar al común (Estado) unos importes en correspondencia con ese patrimonio. Importes que no aportaban los que nada tenían.
    No comprendo como se puede quitar un impuesto así, que solo "es malo" para el que sea rico y además insolidario. No puedo comprender que lo quitaran los progres de la memocracia, precisamente.

    IMPUESTO DE LUJO:
    Su nombre ya lo dice todo. Qué puede ser más aceptable que gravar el lujo. Qué impuesto puede ser más "social" que pagar un buen pico junto con el propio precio del Ferrari, sin posibilidad de escaquearte. Pues desapareció tan maravilloso impuesto a la vez que desaparecía el Régimen anterior y vinieron los justos a gobernarnos (y Europa, claro).

    IMPUESTO SOBRE EL TRAFICO DE EMPRESAS:
    Del ITE no conozco los detalles. Solo recuerdo que en todas las facturas aparecía ¿un 7%? sobre el importe base de la factura.
    Yo, en principio, no veo bien "castigar" directamente el trabajo, el comercio, las transacciones, etc.
    Como también veo odiosa la manera de financiar la Seguridad Social, convirtiéndola más bien en un freno a la iniciativa y una proposición para que contrates los menos empleados posibles.
    Quizá sea inevitable un ITE con cualquier nombre (IVA), mucho más evitable, necesario y de sentido común es cambiar el modo de financiar la S.S. . Creo que leí que la Merkel quería ponerla en los presupuestos generales. Pues eso, por ejemplo.

    IRPF, IMPUESTO SOBRE SOCIEDADES, SICAV:
    Desde los iletrados como yo hasta el premio nobel de economía tenemos que coincidir en que estos inventos y algunos otros son lo peor de lo peor. Han tenido que ser diseñados e impuestos por El Gran Capital y por La Banca, valga la redundancia. Y aquí lo dejo porque no merecen más comentarios.

    IMPUESTO SOBRE EL VALOR AÑADIDO:
    El IVA podría y debería ser una gran herramienta para producir ingresos al Estado sin menoscabar un criterio de justicia y solidaridad bien entendidas. Es tan fácil como que el pan tenga un tipo '0' y el Ferrari del que hablábamos un tipo '30', por decir algo y por resumir.
    Además es un impuesto ágil, que se puede ir retocando, hasta cierto punto, para corregir o promover lo que se estime oportuno. Siempre en el supuesto de que El Ejecutivo de turno actúe con intenciones dignas de aplauso, cosa que no se da, pero ese es otro tema.

    TASAS, CONTRIBUCIONES y otras hierbas:
    El "gratis total" en sanidad, educación, etc. aparte de ser una gran falacia es contraproducente. Y a los hechos podemos remitirnos. Como ocurre con "El Paro" tal como está diseñado, produce efectos perversos, contrarios a la pretendida buena intención primera.
    Todos los "servicios" que se decida que sean públicos y no privados* deben acompañarse con algún "repago" por pequeño que sea. Eso como mínimo. Los ciudadanos acabamos abusando de todo, si se nos permite hacerlo.
    (En vez del subsidio de paro un trabajo social, por ejemplo. Que no es tan difícil, si "hay voluntad política". Cada visita al médico = 0,50€ y terminas con muchas tonterías. Etcétera).

    *Sobre "público o privado" tampoco coincido con casi nada de lo que está de moda, pero ese sería otro debate, otro día.

    Añado un enlace que viene a huevo:

    Los mileuristas ganan en realidad algo más de 1.500 euros al mes, pero tan sólo ingresan 1.000 tras abonar IRPF y cotizaciones sociales


    (Hasta ahí solo contando IRPF y cotizaciones sociales, sumemos lo que aporta luego al Estado al 'gastar' esos 1.000 euros consumiendo, sobreviviendo... y pagando a todas las administraciones por conceptos diversos. Porque contando IVA's etc. se pone la cosa peor: "Es decir, trabajará para el Estado 184 días al añohasta el 3 de julio". A eso le llamamos ¡Estado del Bienestar! porque no cabe un tonto más).
       
    http://www.libremercado.com/2013-05-11/hacienda-se-embolsa-522-euros-al-mes-de-cada-mileurista-1276489795/

    viernes, 10 de mayo de 2013

    La Monarquía inútil (Hacia el colapso)


    3 ª Entrada : La Monarquía inútil ( 2 )


    Extraído del libro La Monarquía Inútil , de Enrique de Diego :

    Dado el carácter antinatural de la antigualla monárquica –por la que una familia se transmite la jefatura del Estado- la propaganda cortesana se ha enroscado en destacar la supuesta utilidad de la monarquía. Las dinastías se sostienen cuando son útiles y caen cuando pierden tal condición. Los mismos miembros de la familia Borbón tienden a hacer referencias a tan melifluo criterio utilitarista, con la fatal petulancia de tenerse por útiles. Aunque el criterio utilitarista es, en apariencia, de difícil evaluación, en el caso español la inutilidad, y el perjuicio, son manifiestos.
    El argumento en sí es una inhabilitación de la idea monárquica, puesto que niega virtualidad a cualquier criterio ideológico serio. La corona no se sustenta en criterio racional alguno. Ningún motivo existe para conceder la condición de hereditario y vitalicio al puesto de primer funcionario de la nación en monopolio a una familia. Todo se reduce a una supuesta ecuación de coste-beneficio entre el mantenimiento de tal privilegio y el de su derrocamiento.
    Hace tiempo que la herencia de los puestos de mando fue erradicada. Tal criterio era sumamente irracional. Los hijos llevan siglos sin heredar, como si de una propiedad se tratara, la magistratura de sus padres. Nadie aceptaría, por ejemplo, que el hijo del presidente del Tribunal Supremo estuviera destinado desde el mismo momento de su concepción a presidir, a su vez, el Alto Tribunal. O que el vástago primogénito del Jefe del Alto Estado Mayor heredara, por el hecho de llevar su apellido, tal puesto. Mucho menos sentido tiene que la Jefatura del Estado pase de padres a hijos.
    Puede entenderse con facilidad lo torticero de uno de los argumentos más caros y persistentes a la aduladora propaganda cortesana, según el cual la herencia del cargo permite formar para tan altos destinos –y para tan gozosos disfrutes- al heredero. Además de que lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta, resulta sencillo de entender que, según ese mendaz criterio, todos los puestos de relevancia deberían ser transmisibles. El hijo del presidente del Tribunal Supremo podría ser formado, desde su más tierna infancia, para seguir los pasos de su progenitor, con los correspondientes doctorados en Derecho y los subsiguientes másters.
    Ningún incentivo tendría para el esfuerzo, pues todo le vendría dado, y resultaría normal -dada la condición humana- que conocida su preeminencia futura se le allanaran los obstáculos y se le minimizaran las dificultades para conseguir de él sus benignos profesores las correspondientes sinecuras y tratos de favor. Sería tal privilegio una grave injusticia frente a los que, mejor dotados o más esforzados, demostraran méritos más acordes a la responsabilidad.
    Tales consideraciones, basadas en el estricto sentido común y en la persistente experiencia, no establecen excepción alguna respecto al puesto de jefe del Estado. La formación recibida adquiere el aspecto de una escenificación con cargo al contribuyente. Tras la elección de esposa por el actual príncipe, un columnista ironizó, con mejor o peor gusto, que tal decisión mostraba la deficiente formación recibida, frente a lo que tanto se había insistido. Inmediatamente se hicieron gestiones –fallidas- para pedir su cabeza, pues la monarquía casa muy mal con la libertad de expresión y sólo acepta la sumisión plebeya o la adulación cortesana.
    De hecho, nada más contraproducente para una sana educación que la adquisición desde la cuna del status de funcionario. Ello alejará al educando del esfuerzo que tan vital es para la maduración, y más aún de la estricta realidad. Un amigo del actual príncipe –y es preciso hacer votos para que no pase de ahí- me indicaba que piensa que todos sus ‘súbditos’ son felices, puesto que, desde que se levanta, sólo ve a gente que le sonríe. Viven en una torre de marfil, con cargo al Presupuesto, acostumbrados a que sean atendidos sus caprichos de privilegiado. Ejemplo paralelo puede establecerse con familias pudientes pero, en este caso, no se trata de carga sobre el contribuyente. Dependerá de muchos factores que los herederos sean bien formados y utilicen bien lo que legítimamente ganaron sus padres, haciéndolo fructificar en beneficio de la sociedad, pero la condición de funcionario vitalicio desde la concepción y el nacimiento es el peor escenario posible para una educación sana.
    Ocioso y contraproducente resulta plantearse cómo elegir a los mejores. Nos llevaría, por de pronto, a una discusión en espiral sobre qué criterios deberíamos seguir para definir qué entendemos por los mejores. Las cuestiones reales pasan por cuestiones del tipo de cómo elegir a los menos malos o, mejor aún, cómo limitar su poder, cómo evitar que abusen de él y cómo impedir males como el despilfarro o el nepotismo. Sin embargo, resulta difícil concebir una fórmula más adecuada que la monárquica para seleccionar a los peores y a los más mediocres. Nadie, en su sano juicio, defendería que la mezcla del carácter vitalicio y hereditario de un puesto pudiera asegurar un mínimo de competencia. Tal esquema del heredero forzoso llevaría al adocenamiento y a la falta de estímulo. Tan evidente es esa degeneración de la idoneidad que todas las naciones civilizadas ha tiempo abandonaron tal práctica, como la única excepción de la monarquía, en las pocas que mantienen tan absurdo modelo.
    Es notorio el servilismo que impera en los protocolos monárquicos, con indignas inclinaciones de cabeza, en el caso de los varones, o de genuflexa reverencia, en el de las mujeres, y con obligación de dirigirse a las personas de la familia real mediante títulos como ‘señor’, ‘majestad’ o ‘alteza’, que representan una indignidad plebeya para quienes las pronuncian y que, si bien pudieron tener sentido en los tiempos medios, resultan hoy absurdas y periclitadas. Gravemente dañosas también para quien las recibe, pues se le hace considerar lógica y natural la más abyecta adulación. Incluso sus gestos de mala educación se les soportan y ensalzan como rupturas del protocolo y tonos campechanos. Lejos de la presentación de la formación de los vástagos regios como exigente, nadie osaría suspenderles. Su paso por las academias militares no deja de ser una comedia bufa, pues desde el principio conocen que alcanzarán los más altos grados, por encima de sus compañeros, sin esfuerzo alguno. La parafernalia monárquica no pasa de broma, continuamente exaltada por la propaganda cortesana, para ocultar la evidencia de que de sus vidas se ha eliminado el mínimo esfuerzo preciso para la maduración de la personalidad. Nada hay de ejemplar en toda esa ambientación y sí mucho de objetable.
    Además, y no como cuestión menor, la condición mistérica y sacral que en el pasado tuvo la monarquía, y las leyes que exigían los matrimonios en un pequeño círculo cerrado de familias reales, costumbre altamente desaconsejable desde el punto de vista genético, ha tenido efectos pavorosos. Es, en la historia, el caso paradigmático de Carlos II.
    Pretencioso y falso resulta pretender que la monarquía o sus personas simbolizan la unidad del Estado o de la nación, o que confieran a ambos estabilidad. Cuanto menos se trata de bisutería intelectual y de poesía barata. La soberanía, y por ende la unidad, reside en todos y cada uno de los ciudadanos, iguales ante la Ley. Ninguna fórmula produce más inestabilidad que la monárquica. La historia está llena de guerras por meras cuestiones dinásticas. Casi todas ellas no respondían a ningún conflicto social, sino a disputas por el poder dentro de la familia reinante. En las monarquías constitucionales, el carácter antinatural del puesto, que ha de conseguir algo tan absurdo como traspasar el puesto de funcionario número uno a sus herederos, junto con el sustancial recorte de poder, hace que la monarquía sea el reino de la obviedad y de la cesión. Es la instalación en la máxima del conde de Lampedusa: que algo cambie para que todo siga igual; es decir, para que ellos sigan, disfrutando de la vida plácida y sedentaria del Presupuesto. Lo que se genera es una falsa estabilidad, en donde se empantanan los problemas hasta que estallan todos a la vez. Ese es el peor de los escenarios y es consustancial a la monarquía. Además, ésta, casi por instinto y siempre por necesidad, ha de ceder en todo, tanto en lo fundamental como en lo accesorio, con tal de que no se cuestione el sumo status de privilegio. Y ha de buscar montar la más extensa posible red clientelar y comprar el mayor número posible de voluntades, en contra de lo que aducen habitualmente los monárquicos.
    Es notorio que en la Europa actual, las naciones con más enconados conflictos secesionistas –Bélgica, España e Inglaterra- están bajo monarquías. Éstas lejos de simbolizar la unidad de la nación, representa un factor de disolución. En el caso de Inglaterra, la disgregación aparece más larvada y frenada por los efectos moderadores del sistema mayoritario. Bélgica puede ser considerada una ficción, casi ingobernable. Y en España, desde la instauración de la nueva monarquía borbónica –al margen de la legitimidad dinástica y en clara usurpación, desde la coherencia interna de la institución- el separatismo no ha hecho otra cosa que tomar alas y extenderse por zonas crecientes de la geografía nacional. Sin duda, hay otros factores que coadyuvan a ese encrespamiento de las fuerzas centrífugas en los tres casos (en España, la nefasta ley electoral y el modelo esperpéntico de las autonomías), pero los monarcas son incapaces de representar freno alguno. Lejos de ello, la falsa estabilidad que escenifican desactiva los resortes morales de la sociedad. Con frecuencia, se observan gestos muy explícitos de la familia real de contubernio y francachela con los poderes separatistas, como si nada pasara, y como si tal connivencia representara algún tipo de lazo nacional.
    Por la lógica de toda institución humana, la monarquía tiende a preservarse ella y se muestra más proclive a mostrarse más cercana a cuantos pueden cuestionarla y poner en riesgo los puestos de trabajo de toda la familia, lo que, sin duda, representaría un descalabro económico. Ese instinto de supervivencia tiende a consagrar como la principal virtualidad el consenso, que, a la postre, sólo es referido respecto a la corona.
    De hecho, la monarquía es, en teoría, directamente antidemocrática. No hay principio más fundamental al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo que la igualdad de todos ante la Ley; el sostenimiento de la creencia, como hace la Constitución de los Estados Unidos, de que todos los hombres han sido creados por Dios, iguales en derechos. La monarquía es el sistema por el que todos los hombres han sido creados iguales en derechos, menos los de la familia real. Se sitúa, por su origen, a unos pocos sobre los demás; sus hijos pasan a estar por encima de los del resto de familias. Monárquico es quien asume e interioriza su inferioridad. Monárquico es sinónimo de servil.
    No sólo los miembros de la familia real pasan a estar dentro del Presupuesto por el hecho de nacer en la familia gobernante, ni sólo se exige referirse a ellos con gestos indignos de deferencia por ese mero hecho, además reciben un trato jurídico de exclusión. El monarca español es irresponsable ante la Ley, se sitúa al margen del imperio de la Ley. En hipótesis, puede cometer cualquier delito sin que le sea exigible responsabilidad alguna ante los tribunales de Justicia. Ese ignominioso privilegio es corolario de la absurda condición vitalicia del puesto.
    Los insufribles discursos regios son una banal colección de lugares comunes. Ridículo resulta presentar a las personas regias como ejemplares y aún menos como laboriosas. Incluso sus largas etapas vacacionales, con su clamorosa ociosidad, son presentadas, contra la evidencia, como dedicación a las cuestiones de Estado. En los últimos años, desde Zarzuela se emiten notas de prensa con balances de actividades, para generar la especie de que se ganan el sueldo con el sudor de su frente, en las que se incluyen cuestiones tan esforzadas como su presencia en los palcos de los eventos deportivos.
    Hemos visto suficientes aspectos para describir a la monarquía como básicamente inútil: tiende a la mediocridad eliminando toda competencia; genera una falsa estabilidad que suele anquilosar a las sociedades, primero, para llevarlas después al desastre, favorece los elementos disgregadores de la unidad nacional, al tender por instinto a la cesión, con tal de que no se cuestione su status de privilegio, y tiende a eliminar el auténtico debate, sustituyendo el espíritu crítico por la adulación, y a falsear la representatividad mediante el cajón de sastre del consenso. Las monarquías no se justifican por su utilidad, pues todas ellas –las autocráticas y las democráticas- son perfectamente inútiles.
    Tampoco es sostenible que la monarquía sea una fórmula barata. Si las reflexiones anteriores no sirvieran para mostrar que son altamente gravosas, bastaría con pensar que la mera supresión de la monarquía, con la salida de todos su familiares de los presupuestos públicos, ajenos a todo control, representaría de por sí un ahorro. Sencillamente, la más alta magistratura del Estado pasaría a ser la presidencia del Gobierno. De inmediato, se suele intentar desactivar el argumento mostrando al presidente en ejercicio para promover la repulsa de cuantos se muestran contrarios a su gestión, pero al tal existe la fórmula de desbancarlo en tiempo pasado, mientras que el monarca tiene blindado su puesto con la onerosa condición vitalicia.
    Además de inútil, la monarquía es, en realidad, muy cara. Para sostenerse, siempre ha precisado generar una aristocracia que participara de su estabilidad en el puesto y de sus privilegios, de forma que la aristocracia estuviera muy interesada en el mantenimiento de la monarquía.
    La actual reinante en España, a través de la propaganda cortesana, ha insistido en que tal aristocracia no existe en la actualidad, y que no se ha producido nada parecido a una corte, salvo en niveles muy limitados. Esto es notoriamente falso. La instaurada monarquía borbónica, sin duda, ha marginado a la residual aristocracia de la sangre, pero ha generado la aristocracia más extensa de la historia de España, sin precedentes en sus dimensiones. El monarca no es otra cosa que el jefe de la depredadora casta parasitaria.


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    Publicado por Enrique 
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    miércoles, 8 de mayo de 2013

    ¿"EL TRABAJO DIGNIFICA"?, pues será en Pernambuco, porque lo que es aquí...


    Las ventas han bajado, llevan tiempo haciéndolo. Los clientes pagan tarde y mal. Mi empresita tiene cuatro empleados y le sobran dos. La pinta es que luego sobrará otro y luego otro y luego sobraré yo mismo .

    En el peor momento que he pasado - y he pasado de todo en 54 años - estoy metido en una trampa. Si quiero salir adelante debo despedir a dos personas, que no se lo merecen, o que se lo merecen a veces. Que en ocasiones despediría a los cuatro viendo cómo se toman las cosas y lo poco agradecidos que le están a la vida por lo que ellos tienen y que tantos envidiarían. ¿Cómo pueden estar siempre cabreados?, ¿cómo - tan jóvenes - están siempre cansados y todo les parece mal?.

    Estoy divagando, pero para eso me he puesto a escribir, entre otras cosas.

    El caso es que en este momento, el peor momento, YO DEBERÍA PEDIR UN CRÉDITO ¡¡PARA DESPEDIR GENTE, SANEAR LA COSA Y SALVAR LO MÍO!! ('lo mío', que nadie me lo regaló de la noche a la mañana) ... Y SALVAR, DE PASO, DOS EMPLEOS, como buen puto explotador que soy.
    Que baje Dios y lo vea. Y que me lo explique. Quién coño ha montado esto, en qué cojones están pensando.

    ¡Pues claro que todos optan por cerrar y a tomar por c...!, ¡si no tienes otra alternativa!.
    El trabajo ¿no era una dignidad?.
    Y dar trabajo resulta que es un servicio social, no la busqueda legítima de ganarse los cuartos (tantos cuartos como a cada cual le de la gana, si está dispuesto a TRABAJAR para lograrlo). No, eso estaría muy mal, debes ser empresa y ONG, todo a la vez. Y Estado protector. Y ocuparte tú de si uno se te pone malito y ...
    ... y el Estado ¿para qué lo quiero entonces?, ¿solo para sablearme más con cada parida que se les ocurre? (pregunta retórica, "el Estado" ya vemos para qué está y para quién/es existe). Que se lo digan a la Justicia, a la infanta y a cualquier delincuente libre y premiado con un cargo mejor que antes de ...

    ¿Así?, ¿así se defiende el trabajo y así defienden a los trabajadores?. Lo de "los sindicatos mayoritarios de los trabajadores" ya es de traca. Que uno saldría con una ametralladora - o con un martillo, o a puñetazos - y no pararía. No pararía porque con una vida no me bastaría para tanto mangante PÚBLICO. Que mangantes habrá toda la vida, pero esto nuestro con lo público no tiene nombre.

    Nos vamos a la pu.. mi.... sin remedio. Porque luego solo hay que ver lo que ELLOS están haciendo, cómo lo hacen y para qué.

    Lo dicho, cerrar, hacer las maletas y buscar un país decente,... con 54 tacos, con la mujer y con el perro. Que digo yo que los habrá ¿no?, países que no se han vuelto locos debe haber.
    Maldito el día en que me puse a trabajar, con 18 años, hasta hoy, engañado. Que ni jubilación tendré y estos HDP ya me lo están avisando, entre promesa y promesa, entre un trinque y el siguiente.

    ¡FRANCO!, ¡VUELVE!. ¿Qué?, ¿que no?. Amosnomejodas!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    sábado, 4 de mayo de 2013

    Legalizar y regular las droga y la prostitución

    Sonará a reivindicación perrofláutica...
    Es una demanda de nuestras contradictorias y destructivas izquierdas , pero es de sentido común.
    Legalizar y regular las drogas y la prostitución - aún en manos tan torpes como la de nuestros lamentables gobiernos - es un paso hacia delante, se mire como se se mire. Una necesidad, diría yo.

    Acabar con el tráfico de estupefacientes y de personas, terminar con la prostitución, es un objetivo que no se consigue nunca.
    Puede ser un objetivo imposible o puede ser que "no se quiere terminar con ellas" por diversas razones nada edificantes, el caso es que hay oferta (mafias varias que se hacen más poderosas cada día) y el caso es que hay demanda (cientos de miles de consumidores - o millones - tienen ambos mercados).
    Todo ello en ilegal, en negro, sin garantías, sin fiscalidad y sin control. Con todos los riesgos y perjuicios para la sociedad y ningún beneficio.

    Se deben legalizar y regular. Nunca ha sido mejor ocasión que ahora, tan necesitado el Estado de ingresos.